Creo que este debate va tomando un camino muy acertado pues nos hallamos a las puertas de saber si la filosofía merece o no la pena ser defendida. Para darle una respuesta a dicha pregunta primero habremos de saber qué filosofía estamos defendiendo, o mejor dicho (pues yo no creo que haya más de una), a qué le estamos llamando filosofía.
Yo ya dije cuál era mi visión de la relación entre la filosofía y la ciencia en
este hilo, la cual se asemeja mucho más a la definición que Agripa nos ha dejado de filosofía como saber de segundo grado que la que parece estar manejando Conrado. Esta idea (de Gustavo Bueno si no me equivoco) me parece correcta, pero yo le añadiría un apunte. No podemos decir que la filosofía parta de una ciencia, pues nos estaremos quedando cojos. De creerlo, estaremos dotando al científico de cualidades suprahumanas, de un ojo aséptico capaz de enfrentarse al mundo absulta y objetivamente. En mi opinión dicho ojo está ya impregnado de un sentido (de una forma de entender, de interpretar, el mundo). Dicho sentido podría haberlo adquirido mediado por la filosofía o, por poner otros medios, por un mito. Es decir, puede haber llegado a él reflexivamente (tras un diálogo) o no. Resumiendo: entre la ciencia y la filosofía existe una relación dialéctica de la misma índole que la existente entre un paradigma y las teorías. Las teorías vienen determinadas por el paradigma, pero a su vez lo modifican.
Conrado escribió:
No tiene por qué. Si bien es cierto que para eso además de estudios de filosofía hacen falta estudios de física y/o matemáticas. Por ejemplo, tengo entendido que el profesor Sellés -por citar uno de nuestros profesores de es de "ciencias" y de "letras"- además de Dr. en filosofia y catedrático de Historia de la ciencia, también es licenciado en física. Pues bien, ¿se trata de un filósofo o de un físico? Pues me parece a mí que se trata de un filósofo (de la ciencia) en toda regla (filósofo más científico);
Hay que tener bien claro que el hecho de que los seres humanos sean capaces de desarrollar diferentes aptitudes, no hace que todas esas aptitudes sean la misma. Incluso dentro de dichas aptitudes habrá que diferenciar partes lógicas. El hecho de que un matemático sepa sumar escalares y derivar funciones, no hace de la suma y la derivación la misma cosa.
Es claro que el filósofo habrá siempre de hacer su filosofía en base a un saber, y es claro que el científico extraerá del saber que está produciendo siempre una interpretación. Todos somos humanos y todos actuamos como científicos y como filósofos. Voy a desarrollar más esta idea: Yo entiendo la ciencia como el método específico que nos permite una aproximación al mundo. Es decir, lo que diferencia a un 'científico' de un 'niño pequeño' en su aproximación al mundo, es que el científico dispone de un método y unas herramientas especialmente diseñadas para hacer dicha aproximación más adecuada. Eso no significa que no haya contenido ni verdad en la aproximación al mundo fuera del 'método científico', pero lo que propiamente llamamos ciencia en el presente va necesariamente ligado al 'método científico' que iniciaron Bacon y Galileo. Otra cosa muy distinta es que haya 'otras formas de ciencia' —esta posibilidad es especialmente interesante, la desarrollaré un poco más adelante—, o que la 'ciencia' tal y como la entendemos ahora no haya nacido de la noche a la mañana, sino que se haya ido gestando a través de la historia. Por ejemplo, una de las cualidades de la ciencia le viene de Grecia, como es bien sabido, y de su necesidad de universalidad. Con la filosofía pasa exactamente lo mismo. La filosofía, entendida como una ordenación del sentido, esto es, como la introducción de un valor o criterio en esa interpretación (que todo ser humano hace necesariamente) de esa aproximación al mundo previa, no es la única manera que tienen los seres humanos de hacer dicha operación (ordenar el sentido,
elegir una postura ante la vida). Ojalá fuese así... Lo que diferencia a la filosofía de las otras es que discurre a través de un logos. Dicho de otra manera, de forma radical quizá, es democrática, nace con la isegoría, y necesita de una comunidad ideal del habla (como ideal regulador, claro está). La razón no está en manos de una persona, sino que trasciende a los individuos.
Y esto nos lleva al debate del nazismo y la política, y de nuevo, a la necesidad de la filosofía.
Antes he dejado caer la posibilidad de que haya más de una ciencia. Yo veo esto claro desde la relación dialéctica que he sostenido al principio entre la ciencia y la filosofía. Dependiendo de cuál sea dicha postura, tendremos una ciencia u otra. En nuestra cultura mediada por un logos dicha ciencia habrá de ser necesariamente racional. Pero bien pudiéramos tener otra forma totalmente distinta de entender el acceso a la verdad. En la Falsafa, por ejemplo, ciencia y filosofía habían de estar supeditadas a la fe. En la Edad Media cristiana también es frecuente encontrar ejemplos de cómo el conocimiento debía adecuarse al dogma cristiano. Estas dos notas que acabo de mencionar vienen, creo yo, magistralmente contenidas en la cita agustiniana “Creo para poder conocer”. En este caso, creer significa adecuarse al dogma cristiano, pero bien pudiera referirse a que todo acto de conocimiento presupone una visión del mundo (la cual en san Agustín venía dada no filosóficamente, sino de manos de las Sagradas Escrituras, y por ello esta cita significa sobre todo que el conocimiento debe adecuarse a un dogma concreto).
Y entonces nos preguntamos, ¿cómo ordena la filosofía los diferentes sentidos? y para responder a esta pregunta habremos de encontrar primero la diferencia entre ciencia y filosofía (no ya en su función sino sustancialmente). Desde mi punto de vista dicha diferencia viene dada por el concepto de verdad que se está manejando en cada una. Una forma de verlo es, de nuevo como dije en el hilo enlazado, atender a la relación de cada una de ellas con su historia. Mientras que la ciencia lleva tras de sí un compendio de errores, o una historia de perfeccionamiento, de la filosofía no puede decirse otro tanto. La filosofía es el diario de viaje de los seres humanos, y como tal contiene los diferentes valores que han ido guiando a éstos en su trayecto. De esto se deduce que en efecto hay varios sentidos o criterios posibles para decidir entre ellos. ¿Cuál es la especificidad de la filosofía? Que la ‘elección’ de dicho criterio viene mediada por un logos, como ya he dicho, es decir, a través de un diálogo, de una deliberación que nunca habrá de acabarse —cada época encierra una verdad filosófica, sí, pero no debemos olvidar que hacemos filosofía desde el presente—. Por tanto, en dicha deliberación habrá que tener en cuenta la historia del hombre, los argumentos de quienes nos precedieron, y las circunstancias actuales.
Y entonces llegamos al nazismo. Si atendemos a la preciosa firma de Bud, podremos ver uno de los argumentos que habremos de tener en cuenta: “Hay una sola expresión para la verdad: el pensamiento que niega la injusticia”.
Es decir, tras la segunda guerra mundial tenemos unas cuantas razones que nos permiten decantar la balanza por una u otra forma de ver el mundo, por una u otra 'verdad filosófica'. Y aquí viene lo importante: Ser capaces de atender a esas razones es precisamente lo que es la filosofía. No volver a caer en los mismos 'errores' es lo que hace de la necesidad de filosofía la más acuciante de todas. Necesitamos filosofía en la educación, en la sociedad, para no tener de nuevo estados totalitarios, guerras 'injustas', etc. Para no dejarnos llevar por discursos de otra índole (ideológicos) que nos puedan dirigir a donde no queremos llegar.
Respecto a la ideología, comparto con Habermas la idea de que todo conocimiento va precedido de un 'interés'. Pero la filosofía, entiendo yo, es el esfuerzo humano de intentar disminuirlo. Y por ello el diálogo, en la medida en que queramos que sea filosófico, habrá de ser abordado con honestidad. Por otro lado, es claro que una visión filosófica del mundo encierra un interés muy concreto: que dicha deliberación venga guiada por la razón. Esto se trata de un 'interés' pues como he dicho ya, hay otras muchas cosas que nos pueden llegar a dirigir. Sin ir muy lejos, el egoísmo o, rizando un poco el rizo, un mundo supraterrenal. Como dice Naphta, un personaje de la Montaña Mágica de Thomas Mann, en torno a la Inquisición:
Para colmo, aún se creía estar ayudando al malhechor. Se daba por hecho que su alma en pena anhelaba la confesión y que únicamente su cuerpo, como principio del mal, se oponía a este deseo. De manera que se estaba convencido de llevar a cabo una labor caritativa al destrozar la carne por medio de la tortura.