Tasia escribió:
No he leído a Heidegger directamente, por lo que mi conocimiento del mismo es mucho más limitado que el de Gadamer, por ejemplo, del que se dice que "urbanizó la provincia Heideggeriana".
Bueno, yo tampoco he tenido tiempo de leer todo lo de Heidegger. Lo de Gadamer lo dice Habermas porque en aquél la noción de ser ya no juega un papel tan relevante como en Heidegger.
Cito de mis resúmenes de Teoría del Conocimiento II la transcripción que saqué de
Voces del Pensamiento I y
Voces del Pensamiento II, un programa de filosofía dirigido por Teresa Oñate durante el 2002 para conmemorar a Gadamer a propósito de su fallecimiento. Lo cierto es que me pareció que la profesora se expresaba bastante bien (en mi opinión, mucho mejor que en sus libros). También salen Quintín Racionero, Amanda Núñez, el Decano y otros. Está bastante bien. Son varios capítulos, pero los tres primeros son los que más me gustaron. En el
tercero hay un debate sobre el debate entre Gadamer y Habermas. Están, entre otros, Sánchez Meca (me encanta), T. Oñate y Félix Duque.
"LA URBANIZACIÓN DE LA PROVINCIA HERIDEGGERIANA
«Heidegger era de esa clase de pensadores radicales que abren en torno a sí un abismo. La gran aportación filosófica de Gadamer estriba en haber tendido un puente sobre ese abismo». Con estas palabras da comienzo el filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habemas (n. 1929) al laudatorio a Gadamer, luego de la concesión en 1979 del premio Hegel a éste, en el que se teoriza acerca de la urbanización de la provincia heideggeriana por Gadamer.
La relación de Heidegger con Gadamer es una de las relaciones maestro-discípulo más decisivas del siglo XX. Gadamer ha reconocido siempre que su contacto con Heidegger fue una especie de conmoción que le hizo acceder a Heidegger como la filosofía de referencia durante toda su vida.
[Ramón Rodríguez, UCM] Gadamer se caracteriza, entre otras muchas cosas, por tener un estilo y un talante filosófico muy distinto del de Heidegger. La conmoción que Gadamer decía que Heidegger había operado sobre él se debía fundamentalmente al radicalismo absoluto del pensamiento y de la filosofía de Heidegger, por los cuales, Heidegger no vacilaba nunca en llegar con preguntas radicales hasta las últimas cuestiones ante abismos de ininteligibilidad con los cuales el pensamiento se topaba y se esforzaba en tratar de superarlos. Y ese radicalismo en las preguntas del pensamiento heideggeriano expresa un talante creador y excluyente que está completamente ausente del pensamiento de Gadamer. Gadamer no es un filósofo radical en este sentido último del término. Es un filósofo más bien conciliador. Su talante consiste en interpretar y tratar de conciliar las diferentes posiciones filosóficas. Cuando uno lee a Gadamer tiene la impresión de que está justamente tratando de salvar lo mejor de aquellas posiciones con las que dialoga, y carece absolutamente de ese talante de radicalismo extremo de la filosofía heideggeriana.
La cuestión del ser es la que atraviesa todo el pensamiento de Heidegger desde el principio hasta el final. Con ella Heidegger se vinculó a una noción profundamente antipática para una mentalidad moderna, desprestigiada cuando Heidegger la vuelve a tomar. Sin embargo, Heidegger ha vinculado siempre a esa noción tan absolutamente ajena a la mentalidad moderna lo más profundo de su pensamiento. Todo aquello que Heidegger ha querido decir en su etapa creadora como filósofo lo ha vinculado a un concepto que siempre se escapa, que es elusivo y que no hay manera de poseerlo en algún sentido. Por tanto, esa especie de ontología radical que Heidegger plantea es algo que está clarísimamente amortiguado en el pensamiento de Gadamer. En Gadamer la noción misma de ser no juega un papel fundamental. Todos esos caracteres abruptamente negativos que Heidegger vincula a la noción de ser desaparecen de la obra de Gadamer, que sustituye por el acontecer de la tradición todo aquello que Heidegger vinculaba a la historia del ser. Por todo lo aludido, se puede afirmar, así, de manera global, que Gadamer edulcora y dulcifica esa fuerza abrupta que Heidegger ha vinculado a conceptos antipáticos para la Modernidad. Es en ese sentido en el que Haberlas ha dicho que Gadamer ha urbanizado la provincia heideggeriana.
[Oñate] De todas formas, en la expresión «urbanización de la provincia heideggeriana» se esconde un profundo misterio que refiere a la amistad (philía) en el sentido griego: a la amistad filosófica —y no hay filosofía sin amistad (Epicuro, siglos IV-III a. C.)— y a la didaskalía, a la relación amestro-discípulo entre Heidegger y Gadamer. Ha sido Gilles Deleuze (1925-1995) en nuestros días el que ha hablado de las parejas filosóficas. Y ocurre que la pareja Heidegger-Gadamer tiene tanta importancia para la transformación de raíz del pensamiento contemporáneo nada menos que como la de Platón y Aristóteles. Pues bien, el secreto profundo es este. Cuando Heidegger estaba sumido en la más profunda desesperación que le supuso la comprensión de su extravío en el año 1933-1934 —cuando colabora oficialmente con el nazismo siendo rector de la universidad de Friburgo— dimite comprendiendo que ha cometido un error tremendo, en extravío, una «errancia» de la que no puede levantarse, que no puede remontar. Es su discípulo fiel el que le proporciona la vía de salida. La novedad de Gadamer, cuya presencia ha dominado toda la segunda parte del siglo XX, es haber repuesto lo que es la gran tradición que había unido el romanticismo alemán con Nietzsche y Heidegger. De hecho, Gadamer lo dice paladinamente: su intento era hacer lo mismo que Marx había hecho con Hegel; es decir, «evitar la memoria del perro sarnoso al que cualquiera es capaz de dar una patada».
[Quintín] Pues bien, esto, que se proponía como un simple programa, capacitó y facultó una vuelta a la memoria de la gran filosofía, de modo que el flujo histórico fue recompuesto; el flujo histórico se hizo posible. Y gracias a ello la filosofía de la segunda mitad del siglo XX ha logrado tener la herencia del pensamiento y la no interrupción que propició la guerra (1939-1945).
[Oñate] La maestría y el discipulado se dotan de la virtud de generar didácticas de doble dirección, recíprocas, en el sentido de articular un cuerpo filosófico deslindado de didaskaías unívocas.
En estas parejas filosóficas hay que tener en cuenta no solamente la transmisión, la traducción, la urbanización en el sentido cosmopolita, la posibilidad de poder habitar con el pensamiento de Heidegger, sino que hay que pensar cómo en un sentido esencial Gadamer determina el pensamiento de Heidegger vivo, de la misma manera que Heidegger determina el pensamiento de su maestro en el último Husserl, dando lugar a toda la filosofía del mundo de la vida. O como Heidegger determina el pensamiento de Nietzsche. Y nos ha pedido Vatimo que también devolvamos la palabra a Nietzsche. Por tanto, la determinación, como es la de una philía filosófica y la de alumno-maestro, tiene que ser recíproca y observarse en las dos direcciones. Entonces, ¿qué aporta Gadamer al pensamiento vivo, creativo, todavía en vida de Heidegger después de este extravío o «errancia»? Pues justamente esta vía de salida de la desesperación, del extravío. Esta es la vía de la prudencia (phrónesis) griega, la de la mesura, el límite y la alteridad griegos.
El propio Heidegger, en el apéndice que añade a su obra De la esencia de la verdad (1930), lo explicita: «se ha extraviado el pensamiento occidental, el idealismo ilustrado de la Modernidad en la infinita voluntad de la libertad sin límites, de la proyección y de la expansión y es necesario ahora comprender que la esencia de la libertad es la verdad del ser». Porque el hombre no es el sujeto todopoderoso y no puede ocupar el papel del Dios judeo-cristiano todopoderoso sin que esto produzca extravíos —totalitarismos— y catástrofes monstruosas —guerras mundiales— y, además, tampoco es él todo el ser, porque también están los otros, las otras culturas. El límite afirmativo y positivo tiene que reaprenderlo la Modernidad de la antigua Grecia. Porque hablar del límite afirmativamente, y no sólo como algo negativo a superar, supone en el acto hablar de pluralidad y de diferencia.
"
Ahí queda eso.