Me gustaría detenerme un momento en esa metáfora que Falcón y bolindre han citado de la “fina línea” entre el amor y el odio. Ya hemos hablado de la dificultad de medir los sentimientos (sean estos u otros) y para ello acudimos a metáforas que, en muchos casos, hacen referencia a las intuiciones del viejo Kant, es decir, el espacio y el tiempo.
Pongo un ejemplo práctico. Imaginemos que hay una pareja que lleva 6000 días de relación. De repente, uno de los miembros de la pareja se entera de que el otro miembro le ha engañado con una tercera persona durante 1000 días. La línea temporal sería muy fina (quizás unos pocos minutos en una relación de 6000 días) y se pase rápidamente del amor al odio. Pero la magnitud del engaño es tal que, si se pudiese medir, esa línea no sería fina. Por el contrario, sería gorda como un trullo.
El ejemplo opuesto sería el de la pareja que lleva 6000 de relación y, desde el día 1001, esa relación se ha ido deteriorando. Ninguna traición ha mediado, solo malentendidos, disputas cotidianas, incompatibilidades… Han aguantado, pero al final han terminado por odiarse. Deberían de haber roto antes. La línea temporal sería muy gruesa (casi 5000 días), mientras que la causa del cambio de sentimientos sería muy fina )o, al menos, acumulación de líneas finas): No hay una traición del tamaño del Rubicón.
Más interesante quizás sea ese ejemplo que pone Falcón del amor y el odio emparejado. Esa pareja se ama y se odia a la vez, de manera que en momento de paz se adoran, pero no hace falta más que un pequeño malentendido para que se odien. Para mí el caso más complejo, más interesante.
Ya me he enrollado mucho, en otro momento doy mi opinión de la diada amorosa Platón-Aristóteles.