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TEMA: ¿Puede encontrarse un sentido a la historia?

¿Puede encontrarse un sentido a la historia? 03 Ene 2024 18:26 #80931

  • Kierkegaard
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Hola a todos.

Os comparto esta reflexión a colación de algunas ideas que extraje en esta asignatura. Lo he publicado también en mi canal de substack en la firma, pero cumpliendo las reglas y por lo que debo a esta comunidad, os la transcribo aquí por si alguien se anima a comentar o debatir.

Feliz año.


Comienza un nuevo año. Y aunque parecía que habíamos dejado de intentarlo, los seres humanos somos reincidentes y seguimos a la búsqueda de sentido. De la existencia, del universo, y de la historia. Arrancamos otra hoja del calendario, miramos atrás y contemplamos los acontecimientos personales y colectivos. Para tratar de ordenarlos en un relato coherente, innumerables respuestas de carácter mítico o religioso se han sucedido, mientras la filosofía intentaba poner algo de racionalidad en ellas, echando mano de la metafísica, de la teodicea, y de la filosofía de la historia. Pero a estas alturas de partido, y después del avance de las ciencias que parecen acorralar la especulación filosófica más gratuita, ¿cabe seguir buscándole un sentido a la historia, aunque sea fragmentario, parcial o tendencial?

Dicen los estudiosos del asunto que plantearse una suerte de ley histórica o en general de una filosofía de la historia es una contradictio in adjecto, es decir, una contradicción en sus términos, como la mitológica figura de un centauro: porque la historia se predica de lo contingente y concreto mientras que la ley, y aún más la filosofía, aspiran a un principio racional universal.


Hay quien, a pesar de todo, reivindica la viabilidad de este centauro. Porque ciertamente, las ciencias naturales pretenden encontrar una cierta racionalidad en el dominio al que se aplican. Pero para hacer empíricamente comprobables y matemáticamente coherentes sus teorías, se ven obligadas a restringir poderosamente sus dominios. Al hacerlo, les es hurtada la posibilidad de construir un relato global, al que sólo la historia podría aspirar. Esta era desde siempre la ambición genuina del historiador, elevar la mirada de las ciencias naturales. Pero la pretensión de alcanzar una racionalidad completa, que agotase la realidad, sólo se le antojaba al osado filósofo de la historia.

Sin embargo, esta aspiración ha sido fuertemente atacada, subrayando la singularidad de los hechos históricos imposibles de clasificar bajo conceptos generales. Efectivamente, la realidad de la historia, especialmente si se la extiende hasta el origen de la vida en la Tierra o incluso del Universo, es un fenómeno tan sumamente vasto, complejo y desconocido, que a cualquier explicación le resulta escurridiza, y se disuelve o vuelve vaga, sin capacidad explicativa. Pronto afloran las acusaciones de antropocentrismo, de determinismo histórico o incluso de una soterrada fe en la desacreditada noción de progreso.

Porque gracias al cherrypicking, a la laxitud en el rigor científico y al relato sesgado de los acontecimientos, se han construido multitud de historias triunfalistas, comprometidas con un optimismo insobornable, u otras catastrofistas que nos abocan a un colapso irremediable. La tentación de sentir que todo encaja nubla probablemente nuestro juicio, pues nuestra hambre de sentido encuentra un alivio en estas teorías. Pero con mucha frecuencia, estas construcciones tienden convenientemente a obviar las contradicciones que les incomodan, las evidencias científicas contra las que atentan y, aun más penosamente, los enormes destrozos y sufrimientos que ocultan, completando su pliego de cargos.

La tradición judeocristiana fue probablemente la que dio un impulso en nuestra cultura occidental a la construcción de un sentido para la historia. La Historia de la salvación judeocristiana imprimió una linealidad a la historia novedosa, que rompió con la circularidad con la que comprendían los griegos el tiempo. A partir de ella, se fue produciendo una secularización filosófica de sus categorías, que transformó la providencia en astucia de la razón, la escatología en teleología, la teodicea en justificación del mal.

Muchas de estas filosofías de la historia alimentaron la idea de que era posible identificar el patrón intrínseco a los sucesos históricos, con el fin de retardar una suerte inexorable o, más generalmente, acelerar un destino deseable y perfecto. Las propuestas pudieron ser razonablemente teóricas, pero su fuerza no se limitaría al plano puramente especulativo. El compromiso ilustrado con la perfectibilidad del hombre y de la sociedad a través de la historia acabó alumbrando terroríficos resultados. Confiada en el progreso inexorable de esta historia, la dialéctica histórica originada en Hegel justificó las carnicerías de Napoleón y fue propagada, a través de Marx, hacia el materialismo histórico más determinista y mortífero.


El positivismo más escéptico del XIX no impidió que estas filosofías de la historia intentasen maridar con los nuevos avances científicos. Especialmente con aquellos de mayor alcance cronológico como la teoría de la evolución, la geología o la paleontología, y muy pronto, revestidos del aura científica, empezaron a construirse nuevos intentos para interpretar un sentido a la historia. Por ejemplo, la teología de la historia y la paleontología evolutiva coagularon en la paradigmática teoría de Teilhard de Chardin: este teólogo jesuita y paleontólogo proclamó la existencia de una ley de complejidad-conciencia universal, impulsada por una energía “ascendente” que lograría a lo largo de la historia mayores niveles de complejidad y de conciencia, pasando por el surgimiento de la noosfera como culminación de la evolución, hasta el llamado punto Omega. Esta pretensión extendió sin rigor las leyes biológicas a la realidad inerte del universo y las mezcló con conceptos metafísicos y místicos. Estaba inspirada en el progresismo cientifista que impulsó muchas otras concepciones como la del positivismo de H. Spencer, e impactó en otros como Vernadsky y su visión biogeoquímica, o la evolución emergente de C. Lloyd Morgan.

De una forma u otra, estos juegos un tanto especulativos y teóricos no se quedaron en la torre de marfil académica, y volvieron a inspirar los discursos más incendiarios. Así las filosofías de la historia acabaron desembocando en las utopías totalitarias tan devastadoras del siglo XX, incluyendo aquellas que sobre el discurso marxista superpusieron el destino racial-identitario como en el caso nazi. Todas creyeron haber encontrado una explicación determinista sobre el curso de la historia hacia una perfecta sociedad y no podían más que ayudar a acelerarlo incluso aunque fuera a costa de los hombres. En ese sentido, es conocida la metáfora de la tortilla de I. Berlin1 que decía:

“Lograr que la humanidad sea justa, feliz, creadora y armónica para siempre, ¿qué precio podría ser demasiado alto con tal de conseguirlo? Con tal de hacer esa tortilla, no puede haber, seguro, ningún límite en el número de huevos a romper”


A la sombra de aquella resaca, de aquella dialéctica de la ingenuidad ilustrada, el estructuralismo de los últimos tiempos ha tenido como secuela este escepticismo antihistórico que ha cargado contra cualquier filosofía de la historia. Incluso entre los rescoldos neomarxistas de ese estructuralismo, se entiende con frecuencia que los hombres no son los sujetos de la historia, sino meras funciones de las estructuras que la determinan, y que estas no están conducidas hacia ningún fin superior ni necesariamente mejor.

Por tanto, cuando provocadoramente se pretende identificar alguna tendencia histórica, la prudencia debe abandonar las grandilocuentes referencias a un diseño o a cualquier ascenso necesario y universal, so pena de producir reconstrucciones sesgadas, presentistas, teleológicas e ideológicas de los acontecimientos históricos, por ejemplo incurriendo en eso que en historiografía se ha dado en llamar la interpretación whig de la historia.

En términos evolutivos, el increíble pero por lo que sabemos ciego mecanismo de la selección natural tampoco nos permite detectar una tendencia evolutiva fija que haya hecho de la aparición del Homo sapiens un suceso inevitable. Somos probablemente un producto del azar. Cualquier sentido histórico que hoy quisiera construirse debería reconocer con honestidad los innumerables retrocesos, contingencias, azares y vulnerabilidades que la azotan y en absoluto la coronan de perfección. A partir de ella, ningún futuro deseable puede cerrarse como ya escrito sin avizorar riesgos, problemas y dificultades.

Dicho esto, todavía podrían plantearse teorías de la historia que se distancien de los planteamientos más trascendentalistas, deterministas y absolutos, que pretendan modestamente alumbrar las cuestiones que humanamente nos seguimos planteando sobre el porvenir, el desarrollo de los acontecimientos que nos marcan y aquellos que provocamos. Las teorías plausibles deberían tratar de acoger con prudencia una hibridación entre la extrema disponibilidad de la historia, comprendida desde la Modernidad como quehacer; y al mismo tiempo la inevitabilidad de la historia en el sentido más materialista, determinista y estructuralista: la historia ha de ser contemplada tanto como un producto de nuestras manos como consecuencia de una serie de fuerzas estructurales, en un equilibrio que trata de comprenderla como un espacio de experiencia y al mismo tiempo como un horizonte de expectativa, en palabras de Koselleck.

Para ello, sería impensable, sin embargo, no recurrir a la inestimable contribución de todas y cada una de estas ciencias, naturales y sociales. Solo así es posible seguir siendo fieles a la ambición que tantos pensadores han pretendido, al menos desde tiempos de Humboldt, de concebir alguna suerte de historia del mundo que pueda ser creíble. Así, existen corrientes historiográficas que han intentado retomar esta aproximación como los de la Big history, que de alguna forma trata de identificar tendencias evolutivas y encontrar cierta racionalidad en el decurso histórico.

Al fin y al cabo, las últimas décadas no han sido ajenas a intentos más moderados por volver a pensar racionalmente los acontecimientos históricos. Tras la caída del Muro de Berlín y el derrumbe del bloque soviético, surgieron autores como Fukuyama que revitalizaron la cuestión histórica pregonando, una vez más, el fin de la historia, esta vez desde un sentido mucho más matizado: el del triunfo del capitalismo liberal y democrático como forma de organización política y social sobre cualquier otra alternativa. A este intento no se han enfrentado solo sus críticos ahistoricistas, sino quienes han elaborado en su lugar teorías de la historia alternativas, que por ejemplo apuntan en nuestro presente a un conflicto o choque de civilizaciones como el que nos brindó Huntington, y que tanto resuena hoy en un mundo multipolar. La reciente invasión rusa de Ucrania, la internacional reaccionaria y nacionalista, los problemas energéticos y de suministros, la sostenibilidad ecológica, la rivalidad geopolítica sino-estadounidense, la inquietante revolución tecnoeconómica suscitada por la IA… todos estos fenómenos y muchos otros cuestionan la proclamación del fin de la historia y abren nuevas perspectivas a la interpretación de la historia contemporánea.

De una forma u otra, la reflexión sobre nuestra capacidad para describir de alguna manera prudente el comportamiento de la historia hasta nuestro presente sigue brotando, apelando a esta creencia tan arraigada que tenemos de vivir en un mundo que es un cosmos y no un caos, y que nos ha conducido de alguna forma hasta hoy. Otra cosa es que ciertamente, resulte presuntuoso abarcar un sentido como tal para toda la historia. Es difícil enmarcar la irracionalidad o el sinsentido de los sucesos históricos concretos y mostrarse carente de problematicidad. De hecho, incluso un historicista renombrado como Dilthey planteaba que, si la historia tiene un sentido, este no puede dársenos desde la experiencia fragmentaria que podemos abarcar, dada nuestra limitada conciencia y el carácter inacabado de esa historia.

Mientras tanto, sin embargo, parece factible que con esta prudencia podamos descubrir una historia que haya de poder emular de alguna forma a las ciencias naturales, aunque sea sin la exactitud de sus leyes de base matemática: infiriendo de la experiencia de casos particulares, y buscando rigor, coherencia y solidez semejantes, la historia ha de pensarse desde las generalizaciones inevitables, que prueban a seleccionar, clasificar, interrelacionar y a primar unos hechos particulares como más relevantes para dotar de sentido a una visión de conjunto. Ha de apelar a las fuerzas tectónicas, procesuales y complejas de larga duración, como se predica en la Escuela de los Annales. Es preciso así cuidarse de conceder excesiva importancia a los eventos singulares, que siempre estarán engarzados con multitud de corrientes que los enmarcan y los hacen catalizar.


A pesar de tantas precauciones, parece lícito pensar, pues, que existe una racionalidad de la historia entendiendo que sus leyes son de tendencia y admiten perfectamente excepciones, puesto que no rigen para objetos concretos sino para clases de objetos: en definitiva, admitiendo la causalidad, es inevitable admitir cierta regularidad aunque sea solo probabilística en la historia. Por ejemplo, la historia evolutiva nos muestra cómo la selección natural ha acabado desarrollando adaptaciones similares en ramas evolutivas muy disjuntas porque las distintas especies se enfrentaban a condiciones similares del entorno. Esta idea de evolución convergente que maneja la biología ofrece un ejemplo de tendencia estadística, tal y como sucede con el del crecimiento de la entropía en el mundo físico. La historia bien puede servirse de este tipo de tendencias para hacer inteligible su sentido, siempre en el seno de un decurso multicausal y relativista.

Parece pues razonable aproximarse a la historia tratando de encontrar, aunque sea fragmentariamente, un sentido no tanto como "significado" (que probablemente requeriría presuponer una intencionalidad) sino como "dirección" que orienta el curso de los acontecimientos. Así se ha intentado para todo el universo, a propósito del crecimiento de la entropía hacia la muerte térmica, como en el bello y sorprendente cuento de Asimov; se ha intentado también sobre la historia de la vida a propósito del crecimiento de la complejidad o la información biológica; o se ha intentado sobre la historia humana hablando del progreso moral, el material o cifrando en su capacidad de cooperación basada en la fabulación de ficciones la superioridad de los Sapiens. Con todas las críticas que puedan realizarse a estos intentos, la invitación a identificar las fuerzas subterráneas que dan sentido a la historia sigue siendo un aliciente para historiadores y filósofos de la historia.


1 Berlin, I. (1992). La persecución del ideal. En El fuste torcido de la humanidad, Barcelona: Península, p. 33
Javier Jurado
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Última Edición: 03 Ene 2024 18:34 por Kierkegaard.
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¿Puede encontrarse un sentido a la historia? 04 Ene 2024 10:34 #80938

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A la sombra de aquella resaca, de aquella dialéctica de la ingenuidad ilustrada, el estructuralismo de los últimos tiempos ha tenido como secuela este escepticismo antihistórico que ha cargado contra cualquier filosofía de la historia. Incluso entre los rescoldos neomarxistas de ese estructuralismo, se entiende con frecuencia que los hombres no son los sujetos de la historia, sino meras funciones de las estructuras que la determinan, y que estas no están conducidas hacia ningún fin superior ni necesariamente mejor.

Por un lado, parece que tenemos la evolución histórica de la Naturaleza, como algo indudable. Desde los primeros protozoos o bacterias, se ha producido un proceso objetivo de complejificación y expansión de los seres vivos. Aunque la Biología ha intentado defender que no habría un plan previo, es un tema complejo, porque empíricamente queda demostrado que evolución ha habido.
Por otro lado está la historia humana. En la que más o menos ha operado una complejificación social y del mundo humano indudable en principio, al menos si nos remitimos a grandes periodos temporales. Aquí, Kant por ejemplo considera una fuerza oculta que tiene previsto desarrollar al humano y sus sociedades, incluso por medio de nuestros dolores y limitaciones. Hegel es en este punto, aproximadamente de la misma opinión: la Historia supone una evolución objetiva, que consiste en el desarrollo de la Autoconciencia del Espíritu. Según Hegel, la razón y el orden, se cuelan en el interior de las sociedades humanas y las culturas, por mor de un plan previo del Espíritu. Como siempre, Kant es más precavido, no está seguro de que alcanzaremos una última etapa de Unidad y cooperación entre los humanos. Supongo con todo esto, que una de las primeras preguntas que surge al respecto de la Historia, es si ésta produce una evolución objetiva, no sólo en el nivel técnico sino en el ético: la humanidad integró a la raza negra, luego a la mujer, actualmente realiza un fuerte impulso en favor de los derechos de la Naturaleza y los animales...
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¿Puede encontrarse un sentido a la historia? 05 Ene 2024 11:00 #80957

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ksetram escribió:
Por un lado, parece que tenemos la evolución histórica de la Naturaleza, como algo indudable. Desde los primeros protozoos o bacterias, se ha producido un proceso objetivo de complejificación y expansión de los seres vivos. Aunque la Biología ha intentado defender que no habría un plan previo, es un tema complejo, porque empíricamente queda demostrado que evolución ha habido.
Algunos autores de la talla de Stephen Jay Gould han argumentado que, aunque la aparición de la vida supone un aumento en la complejidad, la historia de la vida en la Tierra no puede limitarse a ser descrita como una historia de entidades que se vuelven cada vez más complejas, porque algunas de las estructuras más simples siguen funcionando bien y no encuentran en el aumento de la complejidad virtud alguna. De hecho, en algunos casos, los organismos han evolucionado hacia una mayor simplicidad: las serpientes han perdido las patas, los topos han perdido los ojos y los virus han perdido incluso la capacidad de reproducirse de forma independiente. En esa línea, otros apuntan a que la teoría de la evolución no predice que los organismos se volverán más complejos, sino simplemente que, por pura exuberancia del cambio genético, algunos linajes de hecho se han vuelto más complejos.

Sin embargo, aunque prácticamente la mitad de biomasa todavía se corresponde con simples bacterias, es un hecho que la presencia de organismos más complejos ha crecido con respecto a la que existía en los orígenes de la vida en la Tierra. Y esta diversificación es la que permitió que la vida llegara a cubrir la práctica totalidad del planeta. De hecho, a pesar de su aparente simplicidad, la persistencia de tantas bacterias está fuertemente relacionada precisamente con su capacidad para compartir información genética con una flexibilidad que no está disponible en organismos más grandes. Tanto la enorme variedad como su gran capacidad adaptativa de las bacterias no pueden explicarse a partir de su pequeña biblioteca genética individual, sino gracias a su capacidad para acceder a una base de datos genéticos fuera del alcance de otros organismos. Introducir esos flujos de información en la medida de la complejidad nos haría cuestionarnos la supuesta simpleza de las bacterias.
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¿Puede encontrarse un sentido a la historia? 07 Ene 2024 12:05 #81002

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Tu artículo, amigo Kierkegaard, me ha suscitado una cuestión: ¿no es acaso la pregunta por el sentido de la Historia la misma pregunta por el sentido de la vida del hombre? Quiero decir: ¿Podríamos afirmar que que "si y solo si hay un sentido de la vida del hombre hay un sentido de la Historia", y viceversa?

Yo creo que es así, pues difícilmente podría no tener sentido la vida de un hombre si este está inmerso en una corriente histórica de la que forma parte y que esta sí tenga un sentido. Y además, el sentido en ambos casos, el de la vida de un hombre y el de la Historia, forzosamente debe ser el mismo o al menos ser ambos concurrentes en cuanto a su dirección.

Si esto es así, podemos pensar que ante lo escurridizo de la introspección o de la autoconciencia, carente de toda posibilidad de contraste empírico, el hombre busca en la Historia, que presuntamente está formada por hechos. ¡Ah, por fin podemos investigar sobre el sentido de la vida sobre bases firmes, investigando hechos históricos y realmente sucedidos! Pero la cosa no es tan sencilla. Más allá de un problema de base, cual es que la Historia está formada tanto de hechos tomados del pasado como de la omisión u "olvido" de otros tantos hechos (si en la Historia cupiesen todos los hechos, no sería Historia, sino la creación de un mundo paralelo e idéntico al existente: la admisión en la Historia de todos los hechos cancelaría la Historia como tal), digo que, más allá de eso, lo cierto es que la historia como "ciencia" presenta una insalvable dificultad. Para ser tal ciencia, debería ser capaz, en base a los hechos del pasado, de formular hipótesis falsables sobre el futuro. Y lo cierto es que los intentos en tal sentido han sido un rotundo fracaso, desde el quiliasmo medieval hasta las predicciones del materialismo "histórico" del marxismo. Una "ciencia" tan fallida en sus predicciones e hipótesis es aún menos de fiar que la introspección personal.

Sea como fuere, por otro lado, el propio estudio de la Filosofía, que declara aún vigentes especulaciones como las de los presocráticos, pasando por todas las demás aportaciones filosóficas que se prosiguieron, muestra a las claras que la Historia (al menos en cuanto a desvelar su verdadero sentido o dirección) no ha dado muestra alguna de avance. Ayer leía el artículo "Socialización del hombre", contenido en el último tomo de "El espectador", de José Ortega y Gasset, e invito a que lo hagáis también. Este artículo data de agosto de 1930 y es enormemente revelador de hasta qué punto puede aplicarse lo que detecta Ortega en esa época (hace casi 100 años) a nuestro momento presente. Eso parece apuntar a que no hay un sentido de la Historia, sino que esta es más bien pendular: va de un lado a otro dentro de los mismos márgenes, sin avanzar en realidad ni un pelo.

Un saludo.
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Última Edición: 07 Ene 2024 12:06 por Nolano.
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¿Puede encontrarse un sentido a la historia? 07 Ene 2024 17:24 #81007

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Nolano
¿Podríamos afirmar que que "si y solo si hay un sentido de la vida del hombre hay un sentido de la Historia", y viceversa?
En la historia humana, creo que se combinan tanto elementos humanos como ajenos a las culturas humanas. Quiero decir que una cosa es el quehacer netamente humano de la Historia como ciencia, y otra el contenido mismo que rellena la Historia y que está sometido a catástrofes, climatología, o sea a factores no originados por el humano. Por eso, el sentido de la Historia, podría no depender del ser humano, o al menos inciden en ella factores que no dependen del humano. Por eso podemos hablar de Historia, en términos que sobrepasan al ser humano como en los comentarios anteriores de Kierkegaard y míos. El sentido de la historia, creo que tiene muchos factores que hacen que no sea una mera cuestión humana. Como "ciencia" es evidentemente humana, pero su "sentido", puede ser perfectamente algo exterior al humano: por ejemplo, si consideramos cualquier forma de determinación fuerte como apunta un poco por ejemplo el marxismo,
la razón misma del desenvolvimiento, la razón histórica por la que parece que nos pregunta el compañero Kierkegaard, deja de depender del humano para depender de la circunstancia material. Creo que pueden mostrarse otras maneras en que lo humano queda fuera como motor de la historia. Si nos considerásemos determinados, la historia se hace en el fondo por sí misma, de acuerdo a esos factores externos y no humanos, ¿no, chicos?

Nolano
Para ser tal ciencia, debería ser capaz, en base a los hechos del pasado, de formular hipótesis falsables sobre el futuro.
Creo que las ciencias buscan entender el mundo, y que no todas se esfuerzan en predecirlo. Sino que eso se tiende a ver así, porque se tomó la física como modelo de ciencia, hasta que en los años ochenta del s.XX se comenzó a comprender que la Biología misma funciona mediante otros mecanismos, aunque tenga claramente vertientes predictivas. Dada la complejidad de predecir ciertas formas de eventos en que las variables son incalculables, creo que las ciencias tienen de común comprender los mecanismos causales del mundo, por encima de su predicción.
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¿Puede encontrarse un sentido a la historia? 09 Ene 2024 08:52 #81028

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Nolano escribió:
¿no es acaso la pregunta por el sentido de la Historia la misma pregunta por el sentido de la vida del hombre? Quiero decir: ¿Podríamos afirmar que que "si y solo si hay un sentido de la vida del hombre hay un sentido de la Historia", y viceversa?

Depende de lo que entendamos por "sentido". Pero si hablamos más de "dirección" que de "significado", como apunto en el artículo, no necesariamente. Que la Historia siga una racionalidad particular y que esta sea inteligible para el ser humano no hace que la vida de este haya de tener un sentido particular, puesto que el sentido de la totalidad no requiere necesariamente el sentido de todas y cada una de sus partes. Es posible que el ser humano, y mucho más una vida en particular, sea una mera anécdota espuria, que se mece a favor del viento histórico o en su contra, sin que a éste le afecte en absoluto.

Nolano escribió:
Para ser tal ciencia, debería ser capaz, en base a los hechos del pasado, de formular hipótesis falsables sobre el futuro. Y lo cierto es que los intentos en tal sentido han sido un rotundo fracaso, desde el quiliasmo medieval hasta las predicciones del materialismo "histórico" del marxismo. Una "ciencia" tan fallida en sus predicciones e hipótesis es aún menos de fiar que la introspección personal. [...] la Historia (al menos en cuanto a desvelar su verdadero sentido o dirección) no ha dado muestra alguna de avance.

Esta exigencia popperiana de máximos aplicable a las ciencias más exactas se diluye en cuanto el objeto de estudio es suficientemente complejo. Podemos convenir en que la biología es una ciencia y su capacidad predictiva en ocasiones es muy difícil de evaluar. No digamos ya otras en el límite de la consideración científica como la economía. La historia se hallaría no sólo en la colección de sucesos particulares sino también en ese umbral en el que se buscan grandes regularidades tendenciales. Quizá no sea ciencia en sentido puro, pero es posible hallar con ella "conocimiento".

Nolano escribió:
Eso parece apuntar a que no hay un sentido de la Historia, sino que esta es más bien pendular: va de un lado a otro dentro de los mismos márgenes, sin avanzar en realidad ni un pelo.

En el fondo, este movimiento pendular que planteas es en sí mismo una filosofía de la historia. Semejante al eterno retorno de lo mismo, el movimiento pendular (que en muchos períodos históricos es muy palpable, lo comparto) es una estructura inteligible que podría hallarse bajo los sucesos históricos por causas que podrían ser explicables.

Gracias por comentar.
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Última Edición: 09 Ene 2024 08:52 por Kierkegaard.
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¿Puede encontrarse un sentido a la historia? 09 Ene 2024 14:03 #81032

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Kierkegaard escribió:
Nolano escribió:
¿no es acaso la pregunta por el sentido de la Historia la misma pregunta por el sentido de la vida del hombre? Quiero decir: ¿Podríamos afirmar que que "si y solo si hay un sentido de la vida del hombre hay un sentido de la Historia", y viceversa?

Depende de lo que entendamos por "sentido". Pero si hablamos más de "dirección" que de "significado", como apunto en el artículo, no necesariamente. Que la Historia siga una racionalidad particular y que esta sea inteligible para el ser humano no hace que la vida de este haya de tener un sentido particular, puesto que el sentido de la totalidad no requiere necesariamente el sentido de todas y cada una de sus partes. Es posible que el ser humano, y mucho más una vida en particular, sea una mera anécdota espuria, que se mece a favor del viento histórico o en su contra, sin que a éste le afecte en absoluto.

Sobre este primer aspecto, convendría clarificar antes el territorio en el que nos estamos moviendo. Seguramente fui un poco impreciso al hablar del "sentido de la vida del hombre". Entendía, y entiendo, que si hay un sentido de la vida del hombre, tiene que ser el mismo y único para todos y cada uno de los hombres. No puede haber un sentido de la vida de Juan y otro sentido de la vida de Pedro diferente del primero. Así al menos entiendo yo la pregunta por el sentido de la vida humana.

En tal caso, se me antoja enormemente dificultoso pensar en que la Historia tiene un sentido sin que lo tenga la vida del hombre (un solo y el mismo sentido todos los hombres que han vivido a lo largo de la Historia). Y, viceversa, que la vida del hombre (de todos y cada uno de los hombres que han vivido y viven a lo largo de la Historia) tenga un solo y mismo sentido y no lo tenga la Historia.

Planteada así la cuestión, puedo conceder que pueda pensarse que el sentido de la vida humana (el de todos y cada uno de los hombres) vaya en una dirección diferente al del sentido de la Historia. Es decir, que ambos no coincidan. Pero en tal caso habría que creer en un Ser extra y supra humano que tuviera ese sentido diferente al sentido de la vida humana. Tal vez una especie de Genio Maligno cartesiano. Y eso sería mucho creer; yo pienso que eso puede ser pensado, pero no puede ser considerado en serio. En todo caso, si se diera esa dicotomía de sentidos entre la vida humana y la Historia, entiendo que debería, como mínimo, darse la circunstancia de ser el sentido de la vida humana instrumental del sentido o fin superior de la HIstoria dirigida por ese ser extra y supra humano a que me refiero.
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Última Edición: 09 Ene 2024 14:04 por Nolano.
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¿Puede encontrarse un sentido a la historia? 10 Ene 2024 11:11 #81041

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Nolano escribió:
Pero en tal caso habría que creer en un Ser extra y supra humano que tuviera ese sentido diferente al sentido de la vida humana.

Incluso aunque convengamos en hablar de un solo sentido para la vida de todos los hombres (en una forma suficientemente abstracta como por ejemplo "buscar/alcanzar la felicidad", como el fin último aristotélico a través de la práctica de la virtud) no veo por qué sería necesario postular ese ser extra y super humano para "tener" ese sentido diferente al sentido de la vida humana. El sentido puede ser intrínseco a la realidad material del universo, y particularmente a los acontecimientos históricos, sin que tenga que haber un poseedor externo. El hombre simplemente podría abrirse a comprenderlo sin que nadie hubiera tenido necesariamente que imprimir ese sentido en la realidad histórica.
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¿Puede encontrarse un sentido a la historia? 10 Ene 2024 17:54 #81044

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Lo primero que deberíamos preguntarnos es qué entendemos por "sentido" (ya nos refiramos a la historia o a la vida humana). Supongo que normalmente "sentido" se entiende como sinónimo de propósito. ¿Tiene la vida humana un objetivo? ¿La tiene la historia?

Si el ser humano hubiera sido creado por algún ser superior con un propósito, su vida tendría sentido, si no, no veo de dónde puede proceder ese sentido. En cuanto a la historia, si los seres humanos fueran capaces de dirijirla hacia una determinada meta, tendría sentido en cuanto creación humana dotada de un propósito, pero sería un sentido arbitrario dependiente de la voluntad humana.
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¿Puede encontrarse un sentido a la historia? 10 Ene 2024 20:44 #81048

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A mi me parece que sentido para la historia quiere decir razon.(Todavia no se poner acentos en este trasto). Entonces ¿se puede encontrar alguna razon para la historia? Parece que unas mas que otras, ⁸incluso la razon inica o pure grain tambien. A mi me parece que la Historia es una olla donde todo lo que le echas "lo ya sucedido, lo historico" le sienta bien para el guiso.
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